Tuesday 26 September 2017

El derecho a decidir

Recuerdo un vídeo de TEDx que vi hace años sobre la paradoja de la elección. Cómo hoy en día tenemos infinitas opciones para comprar o decidir, y lejos de hacernos felices, al revés, aumenta la parálisis y decrece la satisfacción. 
Que esa aparente autonomía de decisión entre enormes posibilidades, no nos hace beneficia, sino que nos genera un aumento falso de expectativas, nos paraliza ante tantas alternativas, o nos hace pensar en las opciones que no hemos elegido.

Os recomiendo hacer un parón y dedicar 20 minutos a ver el vídeo, en inglés:


De esta charla de Barry Schwartz quiero destacar un par de ejemplos para ilustrar el inicio de este post reflexivo. 
El primero es el ejemplo de los pantalones vaqueros. Comenta que él durante años se arreglaba fenomenal con su par de jeans, bien de talla, de esos que envejecen bien, contento. Cuando llega el día de renovarlos, el dependiente de la tienda le pregunta si los quiere de pata estrecha, pegados, cintura alta, baja, con piolín, al centro o p'adentro
Él aturullado querría tener los pantalones suyos, imagínate los Levi's 501, fáciles, elección segura, atemporal. Bueno pues que después de una hora entera en el probador para elegir el mejor producto, sale de la tienda convencido que ha elegido su mejor opción, que ha actuado mejor pero se siente peor. ¿Por qué? Porque todas las expectativas sobre el "pantalón vaquero perfecto" volaron por las nubes. No tenía ninguna expectativa cuando la opción de los vaqueros era una; pero cuando le aparecen en 700 sabores, claramente él quiso encontrar los pantalones perfectos. Y la generación de una escalada de expectativas para las personas en absoluto ayuda, al revés, crea decepciones y desilusiones. ¡Tenemos claro que la clave de la felicidad es tener pocas expectativas!


Otro ejemplo que comenta, es en la visita a un médico, que ante una enfermedad del paciente ahora ya no es el doctor quien te dice lo que tienes que hacer para curarte, sino que te da para elegir: "Pues tenemos la opción A, con estos beneficios y estos riesgos. Y la opción B con estos beneficios y estos riesgos. ¿Qué es lo que quiere hacer?". 
A lo que el paciente responde: "¿Usted qué me recomienda doctor?" 
"Tiene la opción A con estos beneficios, y la opción B con estos otros beneficios" repite el doctor.
"Si fuese yo qué haría usted doctor?" vuelve a preguntar el enfermo.
"Ya, pero es que no soy usted" responde.
Y es lo que se llama la autonomía del paciente, cuando se intercambia la responsabilidad de la toma de decisiones por alguien experto y que conoce el tema; a una persona que desconoce el ámbito en el que tiene que tomar la decisión, y además, está enfermo.


El caso es que con esta curiosa introducción, quería empezar una reflexión importante en un tema de moda que es el "derecho a decidir". En la era de los slogans, hablar de "el derecho de los pueblos a decidir sobre su futuro, la auto determinación, la libertad" suena progresista, suena acorde a los derechos humanos; y hablar de lo contrario es fácilmente etiquetado como...fascista, dictador, conservador o vete tú a saber.

Lejos de querer ponerme etiquetas de libertadora de nada, sí que me considero una persona con alas a la que no le gusta que se las corten. Por tanto sería coherente por mi parte que estuviese de acuerdo en que los pueblos tuviesen el derecho a decidir sobre su futuro. 

Pero.

Pero.

¿En qué situación, en qué circunstancias, en qué sociedad, en qué momento?

Yo creo que estoy de acuerdo en un derecho a decidir dentro de un marco de información, de educación, de cultura o sabiduría mínimo que garantice una toma de decisiones sabia, madura, razonable como poco. Lo que no puede ser es que hayamos creado una sociedad programada y cegada por la manipulación de la información, y como locos tomemos decisiones en caliente, sin planes estratégicos ni acciones prácticas reales.

La rapidez y cantidad ingente de información que recibimos, nos deja con el sabor de los titulares y nos roba nuestra propia capacidad de profundizar en lo que de verdad pensamos, cuestionarnos lo que hemos aprendido, lo que creemos, lo que nos dicen; y escuchar más lo que nos transmiten los demás, lo que sentimos, en lo que confiamos, el clásico "lo que nos pide el cuerpo"
Y encima nos da miedo ser políticamente incorrectos en estos temas; sin embargo somos políticamente incorrectos en muchos otros de forma inútil. 

Volviendo al ejemplo del doctor en el vídeo, se podría comparar vagamente con la clase política. Nosotros teóricamente les votamos para que gestionen los gastos e ingresos públicos de la mejor manera posible para nuestro bienestar. Y realmente nuestra felicidad no debería radicar en que nos dejasen decidir mucho más, sino en poder delegar las decisiones sociales y estructurales de nuestros países y regiones, en personajes políticos y equipos técnicos públicos en los que confiásemos. 
Pero el problema está ahí. Que no hemos conseguido ni luchado por una verdadera democracia donde unas figuras públicas nos representen de la manera más cercana posible. 
Y entonces de ahí se lía la manta en nuestro país.

Si aterrizamos al tema candente del referéndum catalán, pienso que lo primero que deberían reclamar los catalanes es el derecho a elegir a su President. Que ha llegado al poder "de txiripa", puesto a dedo tras la victoria de una coalición nueva y sin verdadero plan a futuro.
Un presidente que se ha visto no tiene una hoja de ruta en absoluto estructurada ni planificada, para una decisión tan trascendental como es la independencia, que cambia el futuro de generaciones y generaciones de una sociedad y cultura entera. 
¿Por qué no se empieza la casa por los cimientos y se reclama el derecho a decidir un presidente que realmente represente la mayoría de los intereses catalanes? Eso sí, es una democracia.

Cuando pienso en el lunes 2 de octubre, me sale la vena consultora, pensar en la operativa y los procesos que arrancarían si por caminos de la vida, Cataluña decide independizarse de cabezonería. 
Pienso en cómo arrancaría la semana, por dónde empezarían a soltar lastres, y la cantidad de procesos, detalles y acciones que tendrían que llevar a cabo. 
En mi opinión, una tarea imposible, ardua y peligrosa dado que el plan independentista está colgado con pinzas. También temo el protagonismo eterno en los medios que nos durará años y nos cegará nuestras verdaderas preocupaciones como ciudadanos (bienestar, mejores condiciones económicas y laborales, paz, felicidad general).

No quiero tirarme flores ni besarme a mi ni la tierra a la que pertenezco, pero pensando en paralelo, creo que el día que nuestro País Vasco convocase un referéndum independentista, se haría con una rigurosidad, profesionalidad y coherencia dignos de una reflexión pausada de años y años de análisis. Dudo mucho que estuviésemos metidos en un desbarajuste como el del 1 de Octubre 2017, que se asemeja más a una campaña de marketing falsamente democrática de las instituciones, ansiosas por un poder irreal, más que de la ciudadanía preocupada por sus temas.
Como vasca, en el caso de que tuviésemos un referéndum independentista, lo primero que exigiría a mis políticos sería un plan claro, definición de los beneficios de la independencia, los riesgos, el plan de salida progresiva de España, las acciones a llevar a cabo, las ventajas que perderíamos al salir de la Unión Europea, el esfuerzo obvio que requeriría de la ciudadanía para arrimar el hombro y sacar adelante nuestra propia economía. Y así un sinfín de información, formación y educación IMPEPINABLES para poder tomar una decisión de tal calado para mis hijos, sus hijos y todas las generaciones por delante.

En ningún momento lucharía por un derecho a decidir en tales circunstancias de falta de...todo!
Falta de criterio, falta de profesionalidad, falta de agotamiento de todas las opciones posibles, falta de coherencia social, cultural y política, falta de unión dentro de la propia región catalana, exceso de odio al fascismo que se asigna a todo el que no esté de acuerdo con tal chapuza mediática. 
Una lucha de banderas rojas y amarillas que demuestra las enormes carencias de nuestra sociedad, que nos increpamos y destruimos entre nosotros, en vez de exigir a nuestros políticos unos mínimos de profesionalidad, criterio y sentido común.

Queda muy progre llenarse la boca del "derecho a decidir". Pero repito, en ¿qué circunstancias? 
¿Por whatsapp? ¿Por el número de likes en una foto? ¿Por el selfie con la bandera independentista?

Es obvio que necesitamos hacer un ejercicio interno y exhausto de toda nuestra sociedad, de la variedad de naciones dentro de nuestro país, de los factores positivos de un país como España capaz de sobrevivir a complejas situaciones políticas; y dar una muestra de madurez y coherencia al resto del mundo. Está bien que nosotros sepamos y nos riamos del país de pandereta, pero lo inteligente sería que de puertas afuera mostrásemos una mejor cara; sobretodo, por el bien de todos y cada uno de los ciudadanos españoles. 

Un derecho a decidir sí, pero dentro de un marco de información tal que estuviésemos seguros de que hemos elegido el pantalón vaquero que mejor encaja con nuestro cuerpo.

No creo que esté pidiendo demasiado.

S.




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