Un susurro de viento acaricia y acompaña la tensión, unos cuerpos auto abrazados que protegen el tesoro más preciado del hombre. Su clasificación se mide en progresivas alzadas asomando con gracia el potencial que sugiere el tacto.
La prueba en curso, la calma tensionada y el descenso que marca la elección que deleita el azar o se deleita con el azar.
Tan simple como saborear lo imposible del placer supremo.
Si se enumeran con comodidad y tiranía los pecados capitales y-o mortales; horripilantes se disfrazan los placeres supremos.
Un deleite sin temor, de magia incontestable.
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